Sobre irse a vivir y trabajar fuera
Irme a trabajar fuera de España es lo mejor que pude hacer para mi carrera profesional… y mi vida personal.
Y no porque no tuviese un buen trabajo en España, que lo tenía: trabajaba en Tuenti, que en su momento era considerada una de las empresas top en el panorama tech nacional.
Tampoco era por la pasta, Tuenti pagaba muy buenos salarios para la época.
Pero hacía un tiempo que tenía una espinita clavada que no me había llegado a sacar.
Y es que, en mi época de la universidad, me iba a ir un cuatrimestre de Erasmus a UK.
Me habían aceptado la beca, lo tenía todo listo, me despedí de familia y amigos, me fui para allá…
Y duré dos días.
Lo de vivir sólo, sin conocer el idioma (crees que sabes inglés hasta que te vas a inglaterra y no te empanas de nada), sin conocer a nadie, todo nuevo…
Aquello me vino demasiado grande en aquel momento.
En menos de 48 horas estaba de vuelta, con el rabo entre las piernas, echando la matrícula para hacer el curso en mi escuela.
Me quedé con el mal sabor de boca de esa experiencia varios años.
Hasta que, años después de acabar la carrera y llevar varios años trabajando, me contactó un recruiter de Alemania.
La verdad es que si le entendí el 50% de lo que me dijo, mucho fue. De hecho, no me enteré ni de cuánto era la banda salarial.
Tampoco me importó.
Me pareció entender la oferta era para trabajar en Trivago.
¿Trivago? ¿Lo de los hoteles? Ostras, pues mola!
Y si… ¿y si era la oportunidad para volver a intentar irme y quitarme esa espinita?
Necesitaba demostrarme a mí mismo que aquel intento fallido ya no me definía.
Así que lo di todo en ese proceso… y me hicieron una oferta.
Y para allá que me fui.
Esta vez era diferente, me fui con un contrato de trabajo y algo de pasta, pero sin casa.
Aún así, esta vez lo conseguí, me quedé allí un año y medio, y cuando me volví no fue por abandonar antes de tiempo, sino porque ya me había pasado esa pantalla de la vida.
Al margen de sacarme el clavo y sobrevivir en otro país, en Alemania aprendí muchas cosas, tanto a nivel personal como profesional.
De no saber por dónde me soplaba el viento a liderar de un equipo de 7 personas entre developers, producto, etc.
De estar aislado y mimado en la burbuja de mi equipo, a navegar la política de una organización con más de 1200 personas y más de 70 nacionalidades.
Con un contraste cultural tan diferente, conocí una perspectiva del mundo que no tenía hasta ese momento. Algo que te hace ver lo que tienes en casa con otros ojos (de esto hablamos otro día si queréis)
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Dicen que cuando eres mayor y estés en tu lecho de muerte, te acordarás más de las cosas de las que no te atreviste que de las que sí hiciste.
Afortunadamente, yo esa espinita ya me la quité de encima.