Esto si que era conciliación
Cuando llevaba aproximadamente año y medio viviendo y trabajando como software developer en Alemania, me ocurrió esto.
Mi empresa era una burbuja: casi todos éramos de fuera, así que todo el mundo hablaba inglés.
Y es que, Düsseldorf es una ciudad muy internacional: si no quieres, no tienes por qué aprender alemán.
Aún así, empezaba a notar que había cosas que me estaba perdiendo si no me metía más en la cultura.
Participar en las fiestas, las costumbres, enterarme de la actualidad, los grupos de gente local, o simplemente interacciones del día a día.
“Señor, que si quiere bolsa”.
Empecé a plantearme seriamente aprender el idioma. Aunque el alemán no es particularmente sencillo.
Pero el idioma era la punta del iceberg.
“Si doy el paso de ponerme a aprender el idioma, ya es para quedarme aquí.” pensaba.
Tenía un trabajo de la leche, un buen salario, era jefe de equipo.
Estaba trabajando en proyectos que yo mismo había impulsado.
El futuro no podía pintar más brillante.
Pero por lo que fuera (de hecho, aún no lo tengo claro), yo no me veía quedándome allí a largo plazo.
Me tira demasiado la tortilla de patatas.
Aparte, mi pareja estaba aquí en España (cosa que también influyó bastante, para qué mentirnos).
Así que fui a hablar con mi jefe (uno de los mejores jefes que he tenido, por cierto), y le comuniqué mi renuncia.
Pero pasó algo.
El tío me dijo que no.
Que no quería permitirse perderme del equipo.
Le expliqué la situación, así que negociamos algo que normalmente no se hacía.
Yo me quedaba unos meses más para mentorizar al resto del equipo, y a cambio podría trabajar en remoto desde España.
Me volví a España trabajando como contractor, a tiempo parcial, con un sueldo alemán (de contractor, ojo).
Trabajaba la mitad, y cobraba el doble.
Eso si que era conciliación.
Tenía tiempo para mi pareja, mi familia, mi casa, para el gimnasio, para escaparme de vacaciones casi cuando quisiera.
Hasta me apunté a clases de teatro.
Pero la cosa es que no lo busqué.
Simplemente vino, como consecuencia por hacer las cosas bien.
De sacar adelante proyectos con impacto.
De ser el líder que el equipo necesitaba.
De aportar valor al negocio, tanto valor que les rentaba mantenerme, aunque fuese como contractor.
Hoy en día hay mucho gurú suelto intentando vendernos la moto de trabajar desde Bali (con su fórmula secreta).
La realidad es que, ni hace falta irse a Bali, ni existe ninguna fórmula secreta.
Lo único que hace falta es hacer las cosas bien y con pasión.
Y lo demás llega sólo.
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PD. Cuando acabé mi colaboración como contractor, el capullo de mi jefe (este es otro, el bueno ya no estaba) me dijo que si me quedaba en Alemania, que pidiera por lo menos casi el doble de lo que estaba cobrando con ellos, que sino no me iban a tomar en serio como contractor.
Hay que tenerlos cuadrados.