Gestionar el síndrome del impostor
Esta herramienta es la que más me ha ayudado a gestionar el síndrome del impostor:
La semana pasada empecé un nuevo proyecto como coach técnico con un cliente.
Como siempre que empiezo un proyecto nuevo, a medida que se va acercando la fecha de inicio, me van asaltando inseguridades, dudas sobre mi mismo y demás emociones negativas.
“¿Quién soy yo para darle buenos consejos a esta gente?”
“¿Y si tienen unas expectativas demasiado altas de mi?”
“Llevas 4 años sin programar, estás oxidado y lo van a notar”
Cuando me empiezan a surgir este tipo de pensamientos, aplico una técnica que aprendí de mi psicóloga: el diálogo socrático.
Se trata de hacerse una serie de preguntas enfocadas a determinar si eso que estás pensando o sintiendo es real y objetivo, o por el contrario viene de tus propias creencias limitantes y sesgos cognitivos.
Para identificar si me estoy saboteando, vaya.
Algunas de las que más me gustan son:
¿Que evidencia tengo de que lo que pienso y siento es cierto?
¿Estoy confundiendo un pensamiento o emoción con un hecho?
¿Estoy concentrándome en mis puntos débiles y olvidando los fuertes?
¿Estoy utilizando un criterio distinto para mi que para los demás?
Hay muchas más.
A veces pido ayuda a un amigo, o a mi pareja, para hacer este diálogo explícito.
Otras veces simplemente ocurre dentro de mi cabeza.
En este caso, las respuestas prueban que estoy en gran parte equivocado:
“He ayudado a más de 15 equipos que tenían un problema similar”
“Siempre que he trabajado con información imperfecta, he sido capaz de averiguar lo que necesitaba gracias a mi método. ¿Por qué está vez debería ser diferente?”
“Llevo 4 años sin desempeñar un rol de developer a tiempo completo, pero nunca me he alejado del código”
“No puedo controlar las expectativas que tienen sobre mi, pero puedo influir en ellas” (este tiene un action item asociado, que es tener una conversación con el equipo para aclarar que puedo ofrecerles, y que pueden esperar de mi.)
Hacerme esas preguntas me ayuda a identificar si soy un impostor de verdad, o si está aflorando el síndrome del impostor.
Requieren un gran esfuerzo para ser objetivos y dejar a un lado sesgos.
Y ojo, no siempre es cosa de tu mente, hay muchas veces que es verdad que no tienes ni idea y toca ponerse las pilas.
Pero cuando detectas que es tu cabeza jugando sucio de nuevo, no solo te quedas mucho más tranquilo.
Sino que te sientes orgulloso de haberle ganado otra batalla a ese duendecillo tocapelotas.
“Gracias por intentar protegerme de los peligros que pueda haber ahí fuera, pero hoy se hace lo que yo quiera”.